Agarraron
las escopetas diez y seis y se las terciaron, no sin antes comprobar que
estaban descargadas, enfundaron al cinto sus filosos cuchillos de caza,
calzaron sus botas de goma, se ajustaron sus gorras y se largaron rumbo a la
quebrada de cara, que quedaba distante, al noroeste, como a unos setecientos
metros del rancho, e iban guachafiteando, y chapaleando el lodo del camino con
sus toscas botas de goma, y a unos ciento cincuenta metros de haber partido del
humilde ranchito, oyeron en un conuco que se encontraba a la vera del camino un
roncar y verraquear de las báquiras, que celebraban un suculento festin
comiéndose el maíz jojoto y las raíces de yuca y batatas; entonces nuestros
amigos azuzan a los perros…¡cujee colmillo!, ¡cujee perdigón!, cujee tarasco!,
y estos no aguantaron dos pedidas, y
enervados partieron raudos hacia donde las cinchadas tenían su alboroto, y dado
a que el conuco estaba hecho en una rosa nueva, y gracias a los arboles caidos
y atravesados, era tan intrínseco el lugar donde estas se encontraban que hasta
parecían tener tuneles vegetales por los cuales se desplazaban a escondidas,
pero entonces los enfurecidos perros de caza las acorralaron, y era un rebaño
como de diez báquiras, entonces Teo le dice a juan, este a Jesús y Jeus a
Álvaro, pronto, rápido, a por ellas, y con la velocidad del rayo cargaron y
cortaron cartuchos de sus certeras carabinas, y dispararon a fuego cerrado
sobre las fieras estas, y lograron abatir a unas cuatro báquiras mientras las
otras despavoridas escapaban de allí, no sin antes herir con sus colmillos a
los perros de presa, los cazadores hicieron un alto mientras revisaban a los
canes, y difirieron que las heridas no eran de gravedad, y les juntaron en estas
mascadas de tabaco con mentol que cargaban en el porsiacaso, luego metieron las
báquiras en unos sacos de pique que traían consigo para esos menesteres, y las
dejaron colgadas de las ramas de un añoso acapro, luego siguieron camino hacia
la tal quebrada, y entorpecidos por el barro fueron llegando a su destino, y
cuando estaban por llegar, a unos cien metros de la quebrada y en la quietud de
la montaña, solo rota por el lejano ¡kikiriki! De los gallos de la vecindad, en
una hondonada, oyeron el aspaviento de las guacharacas y el verraquear de unas
cinchadas, entonces dicen, Juan quédate aquí con los perros, que vamos a ver si
las agarramos de sorpresa, y así lo hicieron, Juan atento oyo desde donde había
quedado, como reventaban sendos tres disparos, y cuatro, y seis, y pensó para
sus adentros, ah vaina carrizo, estos como que non van a dejar pa nadie…
Al
rato vio como de la hondonada venían sus compañeros cargando con unas dos
báquiras más y con cuatro chenchenas que ya no alborotarían más la comarca.
Se sientan
un rato estos con Juan en donde les había estado esperando, y entonces someten
a consideración la situación, y convienen entonces, diciendo Juan, bueno, que
se vayan el Negro y Teobaldo a dejar esta caceria donde dejamos las otras
cinchadas, y así lo hicieron luego de meter las báquiras en sus sacos y a las
guacharacas en otro saco, y que mientras ustedes van, Álvaro y yo vamos a echar
un rastreo para buscar huellas a ver si han pateado los venados por aquí,
entonces Juan y Álvaro se dieron a esta tarea, y si habían muchas huellas de
venado, ya que estos salen al descampado acicateados y espoliados por los
tábanos y los moscardones verdes y por la plaga en si, que se multiplican y
proliferan por las aguas de la lluvia, entonces, mientras se sentaron en una
laja y rumiaron un rato el tabaco y los pensamientos mientras llegaban Teo y el
Negro…
Entonces
al momento que regresaron estos, pues que se agilaron hacia el cauce de la
quebrada de Cara, y empezaron a recorrer los largueros y charcas que en esta se
habían formado, y los perros incansables que ladran y gruñen ¡jau jau
jau!...¡gruarrr…gruarrrr!...
Es
así como estando en este pasatiempo, de pronto sienten que caen sobre sus
cabezas unos sendos, grandes y hermosos coporos, que brillan con los haces y reflejos
del sol, y parecen centellear en su caída… No jile gritan un tanto sorprendidos
y asustados los valientes y osados cazadores…que vaina es esta?...y es que por
estar encandilados con el sol no daban en atinar que era lo que se les venia
encima, luego que lograron enfocar bien, entonces se percataron de esa inusual
proesa, entonces ven hacia lo alto, hacia los copos de los frondosos árboles
que adornan la ribera, a unos monos y araguatos que asustados por los fieros
ladridos de los canes huyen profiriendo roncos rugidos y ecos aparentando
fiereza animal…¡Groarrrggggg!¡groarrrrgggggg!...si, cualquiera que no conozca a
estos mansos animalitos se amedrentaría, pero los diestros cazadores son harto
pulidos y duchos en estos menesteres, y ya saben que los benditos animalitos
son en verdad inofensivos, y entonces los cazadores entran en razonar, que como
estos animales cuando se sienten amenazados o acorralados, pues empiezan a
defecar y a lanzar heces a los intrusos que osan invadir su natural santuario,
sus predios, y que no teniendo nada más a mano que los peces y sin tiempo para pensar, les ha dado por el
contrario contra nosotros sus pescados aventar…
Guá
¡guá!...excalman los natos cazadores, y parece que hasta pescado vamos a tener
pa acompaña las arepitas jeje…y entonces recogiendo los coporos peces, los
examinan y se dan cuenta de que si, de que quizá los monos y araguatos ya
habían hecho pesca en el pozo de la quebrada, de coporos que en ribazón habían
hasta allí subido, pues estos se encuentran mordisqueados por los filosos
dientes de los primates, y dicen, vamos pues arrea con esto también, que no hay
nada que la candela no mate y que sirva pa las con las arepas, las muelas y la chiva menea…
Asi
es que mientras están entretenidos en estas menudencias, no se han percatado
que Teo se les ha escurrido llevándose consigo al fiero colmillo, y entonces se
dan a observar las huellas de Teo y del perro, y ven que han agarrado quebrada
arriba por los costos de esta…Y no bien han caminado ya unos cincuenta metros
tras las huellas cuando oyen el desaforado ladrar de colmillo…¡jau,jau,jau!,
ahora ya guiándose por los constantes ladridos logran llegar donde esta
Teobaldo, que se carcajea y estremece de risa y les enseña con el índice algo
que esta al otro lado de la quebrada…
Jaja…jeje…¡no
se los decía yo! eje…no y que no era verdad mi historia del venado moneador,
ahí lo tienen ño incrédulos pa que creais…
Entonces
que llegaron al sitio donde esta Teo, se hacen dueños de la situación y en
rápida ojeada abarcan la increíble
escena, y es que en verdad a los copos de un árbol, un venado ha ido a remontar…
Entonces
le dicen a Tobaldo, ah no esto si que no es verdad y que no te vamos a tolerar,
ya ese es un artificio con el que no nos podras otra vez a engaña…
Y es
que sobre el cauce de la quebrada, y por esta con el ímpetu de sus crecidas
aguas, haber sus raíces socavado, yace de barranca a barranca un añoso y
frondoso árbol de granadillo, al cual se ha encaramado el venado al la jauría
sentir, y caminando sobre el tronco al otro lado huir…
Entonces
los ahítos y asombrados cazadores observan con detenimiento al venado, que es
un gran y hermoso ejemplar carameruo, que buscando por el tronco caído del
árbol al otro lado escapar, en la fronda de este con su portentosa caramera se
ha ido a enreda…
El
hermoso y bello ejemplar, se encontraba indefenso y a merced de los cazadores,
que le coartaban cualquier posibilidad de por el tronco regresar…
Entonces
ya habiendo visto del animal su portento y porfiar, se consultaron estos entre
si y decidieron dejarle sano ir y no volver a sus predios a cazar…
Es
así que se regresaron hacia su rancho, haciendo como el mentao Juan Parao, el
del caballo con los casquillos al revez, que lo buscan por un lao cuando por el
otro se fue…
Y
así poniendo la huella con lo de adelante pa tras, poco a poco llegaron donde
habían dejado las báquiras y las guacharacas en sacos del árbol de acapro
colgao..
Pero
cual no seria su sorpresa que a las chenchenas con to y saco se las habían
llevao, entonces revisaron por los alrededores consiguiendo algunas plumas y
huellas que unos zorros habían dejao, y que al parecer habían presurosos huido
y en su huida burlar, diciendo, jeje, ni las plumas les hemos dejao, pues son
pa hace almohadas y un colchon y ustedes a dormi cerca del fogón en el suelo
pelao…Ah y las báquiras no nos las hemos llevao por ser bichos harto pesao, y
de colmillos bien afilaos…
Dice
la piedra que era yo como en chanza…Que les parece?, jeje, que bichos estos tan
resabiaos…
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario